Roma nos invade? Difícil, muy difícil, porque los españoles son precisamente hijos y herederos de esa invasión. Una novedad nos revela las raíces de la moda romana.
Las legiones marchan de nuevo. No literalmente, claro, pero sí sobre la columna vertebral de nuestra cultura: no sólo Roma es la fuente de todas nuestras formas y de los mismos contenidos de la cultura europea, sino que además es ahora mismo es la moda literaria que arrasa entre nosotros. Europa es ahora mismo un caldero en ebullición de ensayos, de investigaciones y de literatura ambientada en época romana. Triunfador sin discusión es desde hace mucho Valerio Massimo Manfredi, de quien tiene el sello en España Grijalbo y ya reseñamos tiempo atrás Los idus de marzo pero la producción no deja de sorprender. Le sigue en el mundo Rosemary Sutcliff, El Águila de la Novena. Crónicas, y desde la Península Santiago Posteguillo, con producción también abundante y cultivando el mismo gusto, que ambienta Los asesinos del Emperador durante el reinado de Trajano. Estudio en cambio es el de Frank McLynn, Marco Aurelio. Filósofo, Emperador, de La Esfera de los Libros, así como una muy necesaria reedición de El siglo de Augusto, de Pierre Grimal, a cargo de Crítica. En la alta divulgación, Natalie Haynes ofrece Una guía de la antigüedad para la vida moderna, de Crítica (Ares y Mares), y en los debates ideológicos tercia con brillantez Christopher B. Krebs, en El libro más peligroso. La Germania de Tácito, del Imperio Romano al Tercer Reich, de Crítica.
¿Está muerta Roma? Si a lo largo de tres milenios una y otra vez se ha anunciado de los modos más dispares el fin de Roma y el sepelio de la romanidad, también en el siglo XXI los habría por una razón u otra interesados en liquidar a la Urbe. Y sin embargo, aunque los valores últimos de la modernidad son antirromanos, somos ya colectivamente conscientes tanto de que Roma es dura de roer como de que sin Roma no seríamos más que una broma de la historia. Quizá sea por eso que, cuando nadie sabe qué le tocará vivir mañana, vemos y leemos historia y ficción que nos llevan a Roma, justamente porque más seguros nos sentimos cuanto más cerca de lo romano.
¿Qué mejor constatación de nuestra propia fragilidad?
Frágiles, de hecho, los humanos lo somos siempre. Cuando hace un par de siglos salieron a la luz las ruinas de Pompeya nuestros antepasados ilustrados pensaron tanto en eso como en la excepcionalidad y la belleza de los objetos hallados a la sombra del Vesubio. Pero Pompeya es, tanto en estética como en ideas, mucho más que eso. Por eso el libro ilustrado que Eva Cantarella y Luciana Jacobelli han producido con Mondadori en Italia y el editor ha traducido ahora en España es mucho más que un magnífico regalo para cualquiera que disfrute del arte o que tenga un gusto por formar. Pompeya. Nacer, vivir y morir a los pies del volcán no se trata ya, dos siglos después, de alegrar los ojos viendo lo que se ha salvado de Pompeya. Esos mismos restos contienen un resumen de la vida romana, no tanto del nivel material alcanzado a comienzos de la era cristiana sino más bien una visión general de la similitud de preocupaciones, de soluciones y de ocurrencias. Ver Pompeya –hace dos milenios- ayuda a entender cómo podemos estar nosotros moralmente más cercanos de aquellos antepasados nuestros que de algunos de nuestros coetáneos con los que compartimos el mundo en el siglo XXI.
Porque no es una cuestión cronológica ni económica, sino cultural, estética y moral, y en esas dimensiones no se trata ya de que seamos herederos de Roma, sino más bien de que somos en lo esencial romanos, y en la medida en que queramos salir de una crisis sin perder nuestra identidad el camino es, una vez más, Roma. Por eso se explica bien la moda romana entre nosotros, y por eso el bellísimo libro de Cantarella y Jacobelli será en los próximos meses, y también en Navidad, un estupendo regalo: porque acierta con un gusto y una necesidad de nuestra sociedad. La necesidad de "palpar" el vínculo entre nosotros y Roma.
Si algo hay mejorable en el libro es su texto, en cuanto se refiere al aborto como una práctica casi anticonceptiva en Roma. Al tratarse de un libro ilustrado y de divulgación, orientado a describir la vida de los pompeyanos, convendría atenerse más a lo demostrado por los arqueólogos y juristas, y prescindir más de un uso, si se quiere, descuidadamente ideológico de un libro por lo demás maravilloso.
La ciudad de la que todo viene y en la que todas las contradicciones han tenido explicación
En medio de esta tormenta literaria, Robert Hughes es australiano, trabaja en Time Magazine y en España es conocido por la atención que prestó a Barcelona. Pero ahora es el turno de la mater et magistra de la provinciana Barcino. Volviendo al Carmen Saeculare, ¿quién o qué puede decir hoy que es mayor que Roma? Roma no sólo desafía al tiempo y parece eterna, sino que sigue siendo una sola ciudad aunque irradie a decenas de miles de kilómetros. Roma es hoy, a la vez, la Roma de Rómulo y la de Fellini, la de Sila y la de Pasolini, la de César y la de Mussolini. Todas ellas son a la vez Roma y constituyen la grandeza, la universalidad y la eternidad de Roma, que no necesita de la Iglesia para alcanzarlas, puesto que más bien fue la Iglesia la que a Roma acudió en busca de ellas. El desafío es más bien que Roma siga siendo ella misma, y ser capaces de comprender su historia y de visitarla sin poner en peligro la identidad y la fe de todos.
En el libro que publica ahora Crítica Hughes tiene el gesto inteligente de no escribir ni pensar como lo que es, un crítico de arte. Quien visita Roma, en directo o en la distancia, no necesita ni quiere opiniones técnicas, sino información útil y datos que le afecten, de manera que esta historia cultural de Roma viene a llenar el hueco insatisfecho que dejaban los que no son ni turistas de autobús ni catedráticos de la materia. Con su calidad, su antigüedad y su volumen no hay otra masa como Roma en el mundo entero de arquitectura, escultura, pintura… y acontecimientos. De nada serviría describir la basílica de San Pedro, el mausoleo de Augusto o el estadio Olímpico si no somos capaces de situarlos en su contexto material y cronológico. El libro de Hughes, muy fácil de leer en la traducción de Enrique Herrando, aporta la información por un lado y el amor a la belleza y a la historia que contemplamos en Roma. No cabe duda de que Hughes, como muchos de sus lectores, identifica con la Urbe sus propias raíces, porque de otro modos no se explicaría la pasión de su texto.
No hay indiferencia ante Roma, pues aunque sea odio o envidia la ciudad siempre ha dejado, en sus hijos, en sus herederos y en sus visitantes de cualquier tipo, una huella profunda. No es sólo la romanidad formal que ya veíamos en Pompeya, y si se quiere mejor conservada en lo menor allí: aquí es Roma misma, a lo largo de todos sus milenios de vida, la Roma republicana, papalina y la recurrencia imperial a lo largo de los siglos. La Roma de Hughes es una Roma cuya vida se entiende, se explica y se comparte; es una visión realista pero positiva y optimista de lo romano, la que hace que merezca la pena utilizar este libro para planear las próximas vacaciones. En la medida de lo posible, no priven a sus hijos de conocer Roma. Leyendo a Hughes entenderán por qué.