Por desgracia, lo ocurrido con el mural de Guinovart no es un hecho aislado. Hay otros ataques al patrimonio artísticos de inmuebles - como se observa en estas construcciones de Barcelona y Tarragona-,con el agravante de que en ocasiones se producen en edificios públicos.
"Hay una falta general de sensibilidad por parte de algunos particulares y también de instituciones y, además, se produce una contradicción al aplicar la legislación en cuestiones como la seguridad o la viabilidad en ámbitos históricos; no suele haber protocolos claros", mantiene Jordi Rovira, presidente de la Reial Societat Arqueològica Tarraconense.
Esta entidad, dedicada al estudio, pero también a velar por la conservación del patrimonio histórico en Tarragona, denuncia regularmente y de forma pública las agresiones que se registran en monumentos y obras de arte: "Muchas veces sale más caro carecer de esa sensibilidad y luego tener que reparar las cosas", afirma Rovira, quien añade que en muchas ocasiones "la seguridad o la iluminación han primado por encima de la estética".
El abandono del Laberint de Horta
La primera imagen que se encuentra el visitante que acude a los jardines del Laberint de Horta es la de un edificio señorial completamente destartalado. Se trata del palacio de Alfarràs, que languidece, aguantado por andamios, mientras su parte posterior se va desmoronando sin que en estos años de abandono se haga nada para remediarlo. En 1994 se restauró una parte del edificio para instalar en ella una escuela de jardinería de Parcs i Jardins y una biblioteca. El resto se dejó tal cual, y se cerró el paso al público para evitar males mayores.
La ‘tradición’ de la plaza del Fòrum de Tarragona
Son las fiestas del Roser en el casco antiguo de Tarragona. Toca divertirse, y cada año se instala un escenario para los conciertos nocturnos. Ni más ni menos que encima de los restos de lo que fue el foro provincial de Tarraco, una de las plazas más extensas del imperio romano. Si el escenario fuera un poco más estrecho, podría apoyarse en el pavimento nuevo y no se correría el riesgo de dañar las piedras milenarias. “Pero siempre se ha puesto así...”, argumenta uno de los vecinos que colaboran en la organización de estas fiestas. La vida diaria en el barrio y la sensibilidad para conservar el rico patrimonio que atesoran estas calles y plazas no siempre andan en la misma dirección.
Un pisito para ‘El Trinxeraire’
En la ronda Universitat de Barcelona, justo donde nace la calle Pelai, se levanta un conjunto escultórico: la fuente de ‘El Trinxeraire’. Fue diseñada por Josep Campeny i Santamaria en el año 1919. Hoy, parece que al pilluelo le han montado un pisito. Un armario-caja de servicios justo al lado parece puesto para que el chico guarde la ropa, y un quiosco cerrado y sembrado de cartones agrava la sensación de abandono. Además, los dos elementos puestos al lado están profusamente trabajados por los grafiteros.
Esgrafiados que van desapareciendo
En el número 30 de la calle Avinyó de Barcelona se levanta una casa catalogada construida en el siglo XVIII que originalmente constaba de planta baja, principal y dos pisos. Sus paredes estaban decoradas con esgrafiados. En el primer tercio del siglo XX el inmueble fue reformado: se añadió un piso y se colocaron balcones que ya tapaban la ornamentación. Ahora el edificio está siendo remodelado, pero los esgrafiados son apenas visibles.
Cables eléctricos frente a laTorre dels Escipions
Hace doce años se anunció a bombo y platillo la remodelación de los accesos y del entorno de la Torre dels Escipions (un monumento funerario del siglo I, ubicado junto a la N-340 a su paso por Tarragona). La actuación incluía el soterramiento de los cables eléctricos que distorsionan la visión del monumento, declarado de interés nacional. Sin embargo, los cables siguen allí y todavía no se ha concretado la fecha para eliminarlos.
Cableado en la obra de Puig i Cadafalch
El actual palacio número 7 de la Fira de Mostres –los palacios de Alfonso XIII y Victoria Eugenia– fue obra de Puig i Cadafalch, quien además decoró sus paredes con esgrafiados que representaban unas columnas. Pues bien, entre dos de ellas, perfectamente visibles, alguien abrió un agujero para hacer pasar los cables de la luz, que son también perfectamente visibles. Estas conducciones también se pueden observar sin problemas en la parte baja de la pared, con el agravante de que parece que la obra se ha quedado a medias. Estos trabajos inconclusos se sitúan muy cerca del pabellón Mies van der Rohe.
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