Los muertos de Pompeya se confiesan
Un equipo de científicos escanea los cuerpos de víctimas de la erupción para estudiar cómo vivieron y perecieron
Una tomografía axial computarizada de una de las momias de Pompeya. / EL PAÍS
El primer esqueleto de Pompeya fue descubierto el 19 de abril de 1748, apenas dos meses después de que comenzasen las excavaciones en la ciudad romana enterrada por el Vesubio. Dos siglos y medio después, gracias a la tecnología de vanguardia y a un equipo internacional y multidisciplinar de científicos, las víctimas de la erupción del año 79 comienzan a desvelar sus secretos. Como explica la gran latinista británica Mary Beard, autora del estudio de referencia sobre el yacimiento, Pompeya. Vida y leyenda de una ciudad, “los moldes de yeso de las víctimas del Vesubio son un recuerdo constante de que se trata de personas como nosotros”. Lo que pretende ese proyecto, que se está desarrollando actualmente, es sacar a la luz toda esa humanidad, estudiar las patologías que padecían –la primera sorpresa que se han llevado los expertos es que su salud dental era muy buena–, descubrir cómo murieron pero, sobre todo, cómo vivieron. Y, tal vez, aclarar alguno de los misterios que todavía esconde el yacimiento.
Giuseppe Fiorelli fue el primer gran director de Pompeya, que en el siglo XIX marcó las pautas de organización que rigen casi desde entonces el yacimiento. Sin embargo, Fiorelli será recordado por una idea tan sencilla como genial: rellenar con yeso los huecos que habían dejado al descomponerse los cuerpos de las víctimas de la erupción y lograr un molde perfecto de los pompeyanos en el momento de su muerte. De hecho, son los únicos rostros y cuerpos de muertos que han llegado hasta nosotros desde la antigüedad. Una de las secuencias más impresionantes del filme Te querré siempre (Il viaggio in Italia), de Roberto Rossellini, muestra como Ingrid Bergman y George Sanders contemplan este proceso para descubrir que el hueco escondía una pareja de amantes abrazados. El maestro del neorrealismo captó en esa escena la capacidad que los muertos de Pompeya tienen para hablar al presente.
La nueva dirección del yacimiento se enfrenta a una gigantesca tarea científica, pero también administrativa para sacar al yacimiento del desastre en el que se ha encontrado inmerso los últimos años, gracias a una importante inyección de fondos europeos. Este trabajo con los yesos comenzó hace varios meses con su restauración, en una especie de hospital para fantasmas romanos instalado dentro de las propias ruinas. En muchos casos se trata de piezas del siglo XIX, que necesitaban ser restaurados antes de poder ser escaneados.
Veinte de ellos fueron expuestos este verano, pero ahora ha comenzado la labor más difícil: extraer toda la información posible a unos seres humanos que murieron hace 2.000 años. Por ahora han estudiado apenas una decena, pero pretenden analizar 86 y presentar los primeros resultados a finales de noviembre. Desde la dirección del yacimiento explican que Philips ha puesto a su disposición un TAC de última generación, que permite eliminar cualquier elemento metálico de la imagen que se genera. Luego, gracias a un sofisticado escáner con láser, se generará una imagen tridimensional.
La primera sorpresa se ha producido en los dientes: la mayoría de las víctimas no han perdido piezas pese a que vivieron en una época en la que no existía nada parecido a la odontología o higiene dental –“Pompeya debió ser una ciudad de muy malos alientos”, escribió Mary Beard–. La explicación es que los antiguos pompeyanos debían tener una dieta muy buena, con muy pocos azúcares. También se está descubriendo que había víctimas de todas las edades frente a la idea de que en la ciudad solo se quedaron los ancianos o los débiles. Y también se han encontrado muchos huesos rotos, lo que indicaría que las víctimas no murieron ahogados por una lluvia de piedra pómez sino con golpes mucho más brutales. Lazer explica: “Lo increíble de Pompeya es que puedes haber pasado media vida investigando y siempre te ofrece algo nuevo”.